miércoles, 6 de febrero de 2019

Letras 31

Y en ese instante las gotas decidieron bailar claqué al ritmo del agua que las prominentes gárgolas escupían. Fue entonces cuando ella congeló su danza solitaria y se tragó su callada melodía. Empapada el alma, se sumergió en silencios. Las gotas resbalaban por su cara a modo de lágrimas. Tras un leve parpadeo se fundió la farola de la esquina; huyendo de esa oscuridad echó a correr al refugio de los iluminados soportales. Se secó la cara y la melancolía y subió a la academia de flamenco. En pleno ensayo, entre taconeo y taconeo, colaba un paso de claqué. Se quedó sola improvisando una coreografía que arrancó palmas efusivas que apagaron el ruido de la lluvia. Al día siguiente dejó el baile y se hizo electricista.