miércoles, 21 de diciembre de 2016

AUSENCIAS QUE RASPAN

Habían pasado dos meses desde su adiós; sonó como tantas otras veces y parecía uno más. Él creía cada día en un regreso que nunca llegaba. Esa tarde el estío golpeaba la solitaria acera de su vida. Bajó con cuidado sus enseres favoritos y recreó su rincón preferido. A la manta se agarraban aromas de piel. Lloró mientras colocaba el libro que no terminaría de leer a su lado y cuyo final no se atrevía a descubrir. Con tiza dibujó dos peces nadando hacia un beso. Uno se quedó en la raspa. Con los restos de su felicidad no había ni para sobras, sólo quedaban espinas clavadas en su desdicha. Esperó desde la ventana varias horas a que por fortuna apareciese sentada allí, como siempre para no irse nunca. La pecera rebosaba un abandono tan profundo en el que sólo cabía zambullirse para olvidarse de esperar.  

Fotografía de Marta SARABIA MAZA, titulada "Como en casa"


lunes, 19 de diciembre de 2016

UN KILO Y CIEN GRAMOS

Te quiere, mamá, escuchaba a través del cristal de la incubadora. Esas palabras esterilizadas, aliñadas con amor, eran el mejor alimento que recibía en su obligado retiro. Con solo un kilo y cien gramos se presentó en la vida. Dudando de las fuerzas de la pequeñaja, la ducharon con un bautismo de emergencia, que evitaría el limbo si un traspiés vital acontecía. Tras dos meses de solitaria existencia, decidió que se fugaría esa noche por el orificio redondo del habitáculo. Sus planes se frustraron cuando los brazos de su padre y un tierno beso le dieron la bienvenida al mundo. Descubrió la felicidad.

lunes, 12 de diciembre de 2016

AL DESNUDO

El otro, hombre o mujer, siempre muerto se dejaba diseccionar sin rechistar. El forense diagnosticó que un cadáver era por estrangulamiento y el otro por infarto ante el descomunal esfuerzo para oprimir el cuello de la víctima. El estrangulado era hombre, el justiciero una amalgama de géneros. Sus órganos masculinos, que dos semanas atrás contaban con cita para mutilar esa identidad, habían macerado en un largo proceso hormonal. Reafirmaba su feminidad con unos prominentes pechos postizos, con la ausencia de las costillas flotantes y una larga melena. Cancelaron la operación y decidió resolver el abandono con sus propias manos. Siempre fue un corazón roto.

lunes, 5 de diciembre de 2016

A BROCHAZOS

De un certero bocado le arrebató el pincel con el que retocaba sus pómulos frente al espejo. Los labios apasionados se desplazaron a lametones por la barbilla y le borraron los recientes toques de carmín. Juguetona se escabulló pidiéndole que le dejase terminar de maquillarse para llegar a tiempo a la fiesta. “Te pintas como una puerta”, escuchó. El colorete adquirió entonces acento a miedo. Secó su coquetería mientras una discreta lágrima diluía el rímel. La barra de labios que apareció tirada a su lado era del mismo color que la sangre que vestía. No le dio tiempo a perfumarse con el aroma de la liberación.

jueves, 1 de diciembre de 2016

SIEMPRE SALUDABA

Con un “hola” comenzó nuestra historia en el bar en el que trabajaba y al que él acudía a tomar café a media mañana. A los dos años, de su aliento solo emanaba un fuerte hedor a vino que intentaba enmascarar con colutorio de sabor a mentol. Vino tinto, morado como las marcas que fueron cubriendo mi piel y embriagando mi alma. Cada día rompía una promesa y yo le premiaba con misericordia, hasta que una mañana adiviné el peligro que acompañaba a mi bondad. Cuentan que lo último que dijo fue “adiós” y se pegó un tiro. Él siempre saludaba atentamente, pero yo ya no estaba allí para responderle ni perdonarle. El mentol aún me produce arcadas.  

Letras 14

No hay nada más poderoso que el silencio. No te delata, no te descubres. No actúas, no rebates; provocas inquietud en el prójimo. Eres sin manifestación. Eres idea de los demás sin importarte que la imagen no se corresponda con la de tu espejo. Eres palabra muda, lágrima seca y alegría contenida. No tienen eco tus debilidades, no hay descuido. Enloquece al enemigo que engulle gritos. Y calma el ruido cotidiano, porque no hay nada más esclarecedor que el silencio prolongado en el que se intuye el olvido.