De un certero bocado le arrebató el pincel con el que retocaba sus pómulos frente al espejo. Los labios apasionados se desplazaron a lametones por la barbilla y le borraron los recientes toques de carmín. Juguetona se escabulló pidiéndole que le dejase terminar de maquillarse para llegar a tiempo a la fiesta. “Te pintas como una puerta”, escuchó. El colorete adquirió entonces acento a miedo. Secó su coquetería mientras una discreta lágrima diluía el rímel. La barra de labios que apareció tirada a su lado era del mismo color que la sangre que vestía. No le dio tiempo a perfumarse con el aroma de la liberación.
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