Vivo allá donde anidan golondrinas y planean gaviotas. Vivo entre montañas de mar.
Respiro salitre y agua dulce. Pero siempre bebo de tus besos, que también son vida para mi corazón.
A veces piso arena fina y otras, sorteo tiernas amapolas y veo a la hierba danzar, a las hojas rugir.
El misterio de la noche me sorprende con mareas calladas, con alegrías íntimas y con el sabor de tu piel, alquimia de santo remedio.
Hay almíbar salado y dulces salmueras, como en los mediodías en los que deshojo margaritas dispuestas al amor.
Y despierto contigo y con amaneceres de un azul tan intenso que tatúan sutilmente la esperanza de un buen día.
Revivo en tus caricias y en las palabras bonitas que adornan tu estimulante sonrisa, esa que me hace sentir poderosa.