lunes, 22 de mayo de 2017

NADA ES MÁS SIMPLE QUE QUERERTE

Y en aquel momento apareciste cerca, en mi vida y desde entonces, cada día, sigues permaneciendo aquí, a mi lado, conmigo, siempre, tan dentro, tan presente y tan futuro.
Tan delicioso. Tan auténtico y especial que para que no se note, pasas a menudo al bando de los que no lo somos, y soñamos con serlo. Tan y tanto que lo mucho parece sencillo.
Pienso en esta sencillez y siento que nuestro amor es algo así como minimalista, perfecto, lógico, loco, bello, luminoso, único. Nuestro amor es el lugar donde saborear los entresijos ocultos de la vida que hemos querido descubrir con ganas y complicidad, a pesar de ignorar las coordenadas exactas del destino. Es el espacio a través del cual volamos traviesamente para deleitarnos con todos sus placeres. Es la chispa que prende la pasión que nace del cruce de nuestras miradas. Y por ello, nada es más fácil
que quererte. 

DE LA MANO 4.0

El crujir de las hojas les recuerda lo solos que están. Se sientan a descansar en un banco. Con apatía toman su móvil y repasan las notificaciones que escupen las redes sociales y el correo electrónico. Cinco “me gusta” para alimentar el orgullo, dos seguidores más para la buchaca, un solo retuit que poco ayuda a la autoestima y tres spam. Aceptan sin recelo a algún atractivo amigo que llama a la puerta digital. Se hacen un selfie que titulan “siempre juntos” y le añaden la guinda de un feliz emoticono. Al agonizar la batería de uno de los móviles recuerdan matar la soledad entrelazándose las manos. 

lunes, 15 de mayo de 2017

ALGO BONITO

“Desde ese día nadie vende barquillos en el parque”, así terminaba el cuento que la profesora acababa de leer antes del recreo a los pequeños que correteaban revoltosos invadiendo la calle con sus risas. Una niña tirando de la mano de su hermano se acercó a la profesora y preguntó: “Profe, ¿qué son los barquillos?” A continuación, su tímido hermano añadió: ”¿Qué es un parque?”. Hay cosas imposibles de explicar cuando el mundo se limita a unas favelas inundadas de barro y heces, pensó la maestra. Mientras les acariciaba la cara, sólo pudo responder con voz temblorosa: “Nunca dejéis de soñar”.  

lunes, 8 de mayo de 2017

LA DESDICHA DE UN INSTANTE

“Ya voy”, le dije a mi madre desde la cocina mientras le preparaba su vaso de leche teñida con unas gotas de café, que acompañado de galletas era su merienda favorita. Conté hasta cinco las veces seguidas que me llamó. La demencia galopante provocaba que nos golpeara con la insistencia en todo lo que hacía o decía. “¿Quieres azúcar?”, le pregunté en voz alta. No me respondió. Le volví a preguntar y rebotó el silencio. Tuvo un dulce y solitario adiós, pero la amargura de no haber llegado a tiempo para estar a su lado me perseguiría por siempre.