Al cabo de unas horas, todo se calma y el silencio equilibra el agitado espectáculo. Ese silencio tan profundo me marea y necesito agarrarme a la arena para no hundirme. Me recupero en la siguiente ola. Vuelve a sonar la vida. Y dejo los temores para otro espacio, para otro vacío, ahora el momento derrocha la sal más dulce de un otoño que acaba de nacer.