martes, 10 de octubre de 2023

ALAS

Fue en una extraña mañana de otoño cuando te ayudamos a volar; nunca un empujoncito había dolido tanto, pero fuiste tú el que desplegaste tus majestuosas alas y trepaste por una escalera imaginaria hasta lo alto de la montaña, allí puedes verlo todo sin ser visto. En esa suspensión delirante, después de haber sido todo corazón, te transformarte en alma que brilla y fuiste libre por fin. Mientras alzabas el vuelo, agitabas con brío tus plumas para rociarnos con algunas de ellas; lo entendí como una bonita forma de despedirte; pero ahora me doy cuenta de que pretendías lanzarnos el esqueje del que broten nuestras propias alas. Y es labor de cada uno hacerlas crecer tanto, y tan bien, como para llegar allí donde aguardan los sueños, donde todo es cariño y refugio. Y desde entonces, todas las mañanas son igual de raras, pero siento cosquillas al notar cómo medran mis alas y me tengo que reír; y así empiezo el día, riendo y con la certeza de que puedo llegar donde me proponga con mis revoloteos torpes y mis acrobacias invisibles a los ojos de los que miran sólo al suelo el paso de su existencia, porque no saben ni conocen que volar no da vértigo sino placer.