lunes, 12 de diciembre de 2016

AL DESNUDO

El otro, hombre o mujer, siempre muerto se dejaba diseccionar sin rechistar. El forense diagnosticó que un cadáver era por estrangulamiento y el otro por infarto ante el descomunal esfuerzo para oprimir el cuello de la víctima. El estrangulado era hombre, el justiciero una amalgama de géneros. Sus órganos masculinos, que dos semanas atrás contaban con cita para mutilar esa identidad, habían macerado en un largo proceso hormonal. Reafirmaba su feminidad con unos prominentes pechos postizos, con la ausencia de las costillas flotantes y una larga melena. Cancelaron la operación y decidió resolver el abandono con sus propias manos. Siempre fue un corazón roto.

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