lunes, 25 de septiembre de 2017

TARDE


Desde el día que murió dejó de vivir en la oficina y llegaba a tiempo para cenar con su familia. Gastó los ahorros viajando a los destinos soñados en las noches de insomnio. Reía con más frecuencia y abandonó los ridículos enfados diarios. Acudía puntual a la cita cuando se trataba de hacerle el amor a su mujer. Sin móvil en las comidas familiares, descubrió la sonrisa plena de su hermano y el amor en la mirada de su padre.
“Cariño, mi segundo marido y yo hemos tomado buena nota de todos tus consejos. Descansa en paz”.

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