lunes, 11 de abril de 2016

MELENA AL VIENTO

Soplaba con alegría la brisa al ocaso de una estival tarde. La muchacha caminaba grácil y pizpireta por una calle cuesta abajo. El sol reinaba y anunciaba su adiós. Diego paseaba detrás envuelto por el despiste, del que salió cuando le invadió un olor floral que se evaporaba de esa melena brillante. Los cabellos se meneaban de un lado para otro emulando el ritmo del reloj que se utiliza para la hipnosis, en la que sucumbió. "Sígueme, sígueme", le susurraban los cabellos largos y salvajes. No podía apartar la vista de ellos; caminaba y sentía que ese pelo radiante y al viento le marcaba su destino. Imaginaba el placer de sus dedos enredándose por los mechones sinuosos y su cara olfateando la nuca. Salió de su letargo cuando las manos de la muchacha decidieron que la fiesta se había acabado y anudó su melena con un coletero, en un acto de dominación total de la belleza de la libertad. Cesó la brisa. El sol se puso. Llegó la noche y el final del espectáculo.  

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