martes, 5 de abril de 2016

NOCHEVIEJA


La nochevieja es ideal para comprobar la capacidad que tenemos de reírnos de nosotros mismos y de mantenernos íntegros mientras engullimos las doce uvas con ojos hipnóticos en el reloj de la Puerta del Sol, escuchando a unos locutores entusiastas y especialmente horteras, cuya única preocupación es convencernos de que la alegría, esa noche, es de obligado cumplimiento. El ridículo es directamente proporcional a la serie de rituales que marca la tradición y a los que hayas sucumbido; es decir, que si llevas lencería roja barata, cotillón por doquier, el pie derecho adelantado y algo de oro flotando en tu copa estás perdido y de pena! Esa noche, tras el pistoletazo de salida marcado por la última campana y el descorche de champán, obtienes la licencia para mojar los labios y algo más, en tan espiritoso caldo, y así, poder lanzarte sin pudor alguno a la pista al son de canciones más de ayer que de hoy y comprobar tu inquebrantable voluntad para aguantar hasta el alba, como si del más duro de los maratones se tratase, para rendirte a la última de las tradiciones señaladas, el chocolate con churros, que después de todo lo ingerido, cae a plomo en cualquier estómago que se tercie. 
Nosotros..., esa noche, cambiamos lo establecido y tras la última campanada y el champán, nos retiramos para un tú y yo a solas y ahí empezó la verdadera fiesta...Se consumían, a través de nuestros abrazos, los leños que echamos a la pasión. Estábamos contentos y excitados al ritmo de "FELICIDAD" de Romina y Albano y nuestros labios se mojaron en un líquido más estimulante, nuestra saliva. Iluminados con la calidez de la lámpara, amarillenta y sutil, nos quedamos el uno junto al otro, tumbados, haciendo de aquella escena un interior privado y bello cuyo significado era exclusivo de nuestra sensibilidad. En los cristales, se reflejaba el universo y ya todo lo que pasaba, sucedía entre nosotros, en nuestro hogar...

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