Sólo le quedaba un cigarrillo, pero se hizo fuerte en el no resistiéndose
a comprar tabaco hasta la mañana siguiente. Se convenció recordando la intensa
tos que padece al despertarse; además, lo mezclaría con marihuana para dormir
del tirón. Desafortunadamente al liarse el porro volcó el contenido al suelo,
recogió los restos malhumorado por la chapuza que finalmente se fumaría. Miró
por la ventana, el bar de urgencia estaba de vacaciones. Su ira creció hasta
que vio en un cenicero del salón un cigarro a medias. Lo consumió de dos
caladas, una de felicidad y otra de angustia. ¡Maldita dulzura la de un vicio!
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