¿Qué pasa si conoces al amor de tu vida en la noche en la que se debe cambiar la hora? ¿Qué pasa cuando en tu noche son las tres y en su noche las cuatro? ¿Dónde estabas tú a las dos de la mañana? ¿Dónde estaba él? ¿Cuándo fueron las dos de la mañana? ¿Y las tres?
Ante tantas preguntas sin respuesta decides parar tu reloj y congelar la variable tiempo, porque ya se sabe que hasta un reloj parado acierta dos veces al día; y tú que siempre quisiste saber dónde estaba el amor, descubriste que el amor estaba ahí, en esa hora perdida, en el presente, escondido en esos segundos de tu vida; y si no te hubieras parado un minuto podrías habértelo perdido, como hasta entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario