martes, 7 de junio de 2016

NATA Y CHOCOLATE

Aquel día de verano de 1945 su novia Clara cumplía veinticinco años, exactamente a las ocho de la tarde, hora en la que nació. Le preparó una fiesta sorpresa en el jardín. Mientras los invitados esperaban escondidos entre los árboles, los farolillos danzaban por la brisa del atardecer. El espumoso champagne reposaba en la nevera.

Destacaba en el césped una enorme tarta de tres pisos repleta de velas clavadas entre la nata y el chocolate. Alguien alertó “Falta una, hay veinticuatro”. Sonó al fondo el teléfono. Las manecillas del reloj marcaban las ocho en punto. La vela olvidada se consumió sin encender.     

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